Hubo un tiempo en que los Ministros de Hacienda creían que el Presupuesto era un evento tan importante y fiscalmente delicado que ellos y su equipo revelarían el velo con varias semanas de anticipación.

La lógica de este secreto es simple. Las filtraciones y la especulación –especialmente cuando son sancionadas oficialmente– pueden tener efectos tremendamente dañinos en los mercados y en personas presas del pánico que toman malas decisiones financieras.

Un anterior canciller laborista, Hugh Dalton, se vio obligado a dimitir después de explicar a un periodista lo que podría contener su próximo presupuesto. Su jefe, Clement Attlee, no lo veía con buenos ojos. «Es peligroso jugar a la política partidista con el presupuesto», afirmó. «Abre el camino a todo tipo de acrobacias».

Cómo han cambiado los tiempos. Uno sólo puede adivinar lo que piensa el magnate laborista sobre la avalancha de filtraciones presupuestarias y contrafiltraciones que emanan del Tesoro en las últimas semanas.

Fluyendo como agua de un grifo roto. Los conocedores de Westminster lo llaman «pitch-rolling», descartando enfoques teóricos para ver cómo aterrizan.

Pero este juego irresponsable de Rachel Reeves y el absurdo círculo de pigmeos políticos que la rodean tiene consecuencias humanas, todas ellas malas y algunas irreversibles. Ella juega con la vida y el sustento.

Para citar un ejemplo vergonzoso, los asesores de la canciller han insinuado que está considerando reducir drásticamente la cantidad máxima libre de impuestos que las personas pueden retirar de su fondo de pensiones después de los 55 años.

Como resultado, los ahorradores ansiosos se apresuran a retirar toda su suma anticipadamente, lo que significa que parte de su fondo deja de crecer y les deja con un grave déficit en la vejez.

Durante semanas, la canciller Rachel Reeves (en la foto) y sus ministros han estado suavizando públicamente al país para un aumento del impuesto sobre la renta, rompiendo una promesa clave del manifiesto.

Hace cinco días, ‘fuentes’ de Hacienda descartaron cambios en el límite libre de impuestos. Podrían haberlo hecho fácilmente hace meses pero decidieron no hacerlo.

La señora Reeves puede haber disipado los temores al descartarlo en su discurso previo al presupuesto la semana pasada. Fue cruel y cruel para ella esperar tanto tiempo porque esos ahorradores no pueden devolver el dinero ahora.

Su último grito es un sorprendente cambio de sentido en el impuesto sobre la renta. Durante semanas, ella y sus ministros han estado suavizando públicamente a la nación para un aumento del impuesto sobre la renta, rompiendo una promesa clave del manifiesto.

Ayer, después de mucha confusión en el partido, el Canciller anunció que no aumentaría el impuesto sobre la renta. Las tasas de endeudamiento del gobierno, que ya se estaban disparando, aumentaron aún más en esta reversión por dos razones.

En primer lugar, no saben cómo planea llenar el agujero negro fiscal que ella misma ha cavado y les preocupa que una mezcla heterogénea de deuda más devastadora e impuestos que frenan el crecimiento en otros lugares dañen la economía.

En segundo lugar, se dieron cuenta de que la señora Reeves estaba fuera de control. Está siendo golpeada por la talla y la grandeza de los parlamentarios activistas de izquierda laboristas, la mayoría de los cuales nunca han tenido que vivir en el mundo real y no tienen idea de por qué es importante la prudencia fiscal.

Han bloqueado incluso intentos modestos de recortar el gasto en asistencia social y parece seguro que intimidarán a la señora Reeves para que levante el límite del beneficio de dos hijos, gastando más dinero que el país no puede permitirse.

La verdad es que este Canciller es débil, no tiene rumbo y no tiene una visión coherente para reactivar la economía. Y cualesquiera que sean los horrores que ella provoque en este presupuesto omnipresente, se puede apostar que las familias más afectadas en el centro de Gran Bretaña serán las que más sufrirán.

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